La Semana Regional del Agua de América Latina y el Caribe, celebrada recientemente en nuestro país, fue una instancia de alto nivel para compartir diagnósticos y experiencias entre dieciséis países que enfrentan, con matices distintos, un desafío común: asegurar agua para las personas, los ecosistemas y el desarrollo.
Bajo la presidencia chilena de la Dirección General de Aguas, la Conferencia de Directores Iberoamericanos del Agua (CODIA) impulsó la realización de esta Semana Regional, organizada junto a DIFROL, CEPAL y UNESCO, y se sumó a los Diálogos del Agua y al Seminario sobre Gobernanza y Cooperación en Aguas Transfronterizas. Reunir durante una semana a tantas autoridades, saberes y experiencias en torno a los recursos hídricos representó un esfuerzo colectivo que refuerza la presencia de nuestra región en el diálogo mundial sobre un tema esencial.
Chile asumió ese liderazgo desde su experiencia de habitar un territorio tan diverso como desafiante. Con más de 26 mil glaciares —cerca del 80% del hielo sudamericano—, nuestro país concentra en el hielo su riqueza natural y también su vulnerabilidad frente al cambio climático. Esa misma geografía explica la magnitud de su desafío hídrico: compartimos más de sesenta cuencas con Argentina, Bolivia y Perú, lo que hace de la cooperación transfronteriza una necesidad permanente; y, dentro del territorio, la distribución del agua refleja contrastes extremos, con zonas donde las lluvias apenas superan los 100 milímetros anuales y otras que sobrepasan los 3.000.
En ese recorrido entre desierto, valles mediterráneos, bosques templados y fiordos australes, Chile reúne una diversidad única de condiciones que lo vincula con distintos territorios del mundo, desde paisajes áridos y semiáridos hasta zonas oceánicas y boreales. Esa amplitud de escenarios convierte su experiencia hídrica en un referente útil para el intercambio técnico y la cooperación internacional que impulsa la CODIA.
Frente a esa diversidad, el Ministerio de Obras Públicas de Chile (MOP), principal autoridad técnica en materia hídrica, impulsa una política que articula infraestructura, regulación, gestión e institucionalidad. Hoy la Dirección General de Aguas lidera la instalación de Mesas Estratégicas de Recursos Hídricos en distintas cuencas, espacio donde los actores públicos y privados definen prioridades y orientan los Planes Estratégicos de Recursos Hídricos.
Estas instancias se complementan con el Plan de Acción 2025–2030 para la Gestión Integrada de los Recursos Hídricos, actualmente en desarrollo con el apoyo de la Global Water Partnership, destinado a fortalecer la coordinación institucional, la planificación territorial y el financiamiento sostenible, integrando conocimiento técnico, participación y visión territorial.
La Semana Regional permitió mirar estos avances desde una perspectiva común y asumir con mayor claridad los desafíos que enfrenta la región. Tres resultan especialmente significativos: profundizar la digitalización de la gestión hídrica, abordándola de manera integral en todas las etapas del ciclo hidrológico; fortalecer la cooperación sobre aguas transfronterizas, consolidando mecanismos de información y gestión conjunta con los países vecinos; y ampliar la participación ciudadana en las cuencas, consolidando las Mesas Estratégicas como espacios representativos y sostenibles, cuya efectividad dependerá de lograr una participación amplia y continua en el tiempo.
Durante 2026 comenzará la implementación de los primeros Planes Estratégicos en las cuencas del Huasco y del Maullín, junto con la aplicación de indicadores de seguridad hídrica en cuencas piloto. A la vez, se impulsa una cartera histórica de inversión: más de 2.700 millones de dólares en 12 embalses, entre ellos Las Palmas, Nueva La Punilla y Zapallar; la planta estatal de desalación en Coquimbo; y la construcción de más de cien nuevos sistemas de Agua Potable Rural, que beneficiarán a unas 230 mil personas al 2025 durante nuestro mandato.
Estas obras, junto con los avances legislativos en los servicios sanitarios rurales, marcan un giro estructural hacia una infraestructura hídrica más equitativa y resiliente.
Gestionar el agua significa asumir que las tensiones entre usos son inevitables y que resolverlas exige decisiones firmes. El consumo humano y el saneamiento deben ser la prioridad, pero la sostenibilidad también requiere proteger los ecosistemas y asegurar que los usos productivos —agrícolas, industriales y energéticos— se desarrollen con eficiencia, innovación y responsabilidad ambiental.
Solo una gestión equilibrada entre estas dimensiones puede garantizar justicia territorial y estabilidad social. Esa es la agenda que Chile ha querido compartir como presidencia de la CODIA: una visión que une técnica, cooperación y equidad.
En un continente donde el agua se vuelve cada vez más escasa y disputada, la colaboración entre países es tan necesaria como el conocimiento y la inversión. Solo con ese esfuerzo conjunto podremos construir una seguridad hídrica compartida para las próximas generaciones.



